Gregorio Picotín, natural de La Ensañada (Salamanca), fallecía esta madrugada a la avanzada edad de 104 años. Con él desaparece la última persona viva que pudo dedicarse profesionalmente a los estudios que cursó.
Gregorio trabajó durante sus años mozos como revisor de tranvía en la capital, y durante la década de los 60 ocupó un puesto de portero en el edificio de los Alcántara. Con el fin de la dictadura y la llegada de los telefonillos, se olió que el oficio de portero tenía los días contados, por lo que acudió a la Universidad Complutense y empezó a estudiar Publicidad y Relaciones Públicas.
Tras años de estudio y duro trabajo consiguió licenciarse con éxito con una media ponderada aritmética de 2'6, cuyo equivalente en una escala del 1 al 10 se nos escapa (ya que en la redacción somos todos de letras). Su primera incursión en el mundo publicitario, el famoso anuncio de la pastillas Juanola, gozó de gran repercusión tanto en el sector, como sobre el público en general, que alcanzó la aceptación social del consumo de placebo con sabor a regaliz.
Después de algunos trabajos más en los 70, Gregorio fue fichado por el Grupo Leche Pascual, empresa en la que permaneció hasta su jubilación, aunque su estilo personal aún se palpe en los anuncios de la actualidad que siguen conservando ese tufillo ochentero de felicidad tan característico.
A Picotín se le atribuyen grandes invenciones que han sido éxitos del marketing, como: el anuncio de Titanlux con Lola Flores, el primo de Zumosol o los carteles humanos del "Compro Oro".