Durante la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud (una jornada de duración de varios días de festejos de naturaleza católica), cabe destacar uno de esos sucesos que enfrentan a la fe cristiana con el resto de seres vivos.
La acción transcurrió en un vagón de la línea 10 del Metro de Madrid. Pablo Pineda, de 51 años, volvía del trabajo como cualquier otro mes de agosto que se queda sin vacaciones, y debido al calor, aseguraba, procedió a rascarse el bajo vientre de la zona pélvica. Cualquier otro día del año el hecho habría transcurrido sin mayor transcendecia, pero este 17 de agosto el señor Pineda fue contundentemente increpado por los usuarios del Metro (peregrinos de diversas nacionalidades, en un 98,9%).
A tal punto llegó la indignación que el hombre fue empujado y zarandeado hasta que le echaron del tren en marcha, por suerte para él, sobre el andén de la estación de Tribunal. Al grito de "pecador", "enfermo", "lascivo", "libertino", "¡Viva Benedicto, buey!", "impuro" y otros improperios incluidos en la Biblia, Pablo Pineda era llevado a rastras por el personal de seguridad del Metro, los cuáles tenían órdenes de satisfacer todas las necesidades de los jóvenes y no tan jóvenes peregrinos.
Minutos después, el señor Pineda era conducido a la comisaría de la calle Santa Engracia, donde se le retuvo por varias horas para tomar declaración, siendo acusado de alteración del orden púbico en presencia de buenas gentes.
Esa misma noche localizamos en un botellón cristiano a uno de los grupos de jóvenes protagonistas en el suceso. Sin embargo lejos de querer hacer declaraciones, comenzaron a pedir ayuda a la policía cuando nuestro equipo les preguntaba por los hechos acaecidos por la tarde. Alegando que nuestras preguntas herían a su fe y hacían llorar al niño Jesús, una brigada de antidisturbios se personó inmediatamente y mandó a nuestro reportero Charlie a urgencias.
Desde aquí mandamos un caluroso abrazo a Charlie, pero esta redacción mantiene un estrecho respeto por la democracia, la Constitución y este Estado laico y aconfesional en el que vivimos. Así que no te molestes en volver cuando te recuperes de las fracturas.
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